Extra�do del libro "LA SABIDUR�A
DEL ENEAGRAMA"
de Riso
�C�mo
conectar
con nuestra verdadera naturaleza, con esa chispa de
di�vinidad que vive en el interior de nosotros? �C�mo
desprendernos de esas capas de defensas e
identificaciones que tomamos por nosotros mismos, y
aprender a confiar en que nuestra esencia nos dar�
sustento y orientaci�n? �C�mo hacer eso no s�lo en un
taller o en un apacible retiro junto a las monta�as,
sino en nuestra vida cotidiana? �C�mo salir de un
reconocimiento in�telectual de lo que es verdadero para
vivir nuestra verdad momento a mo�mento? �C�mo
hacer de nuestra vida una pr�ctica?
El eneagrama nos
ayuda a desprendernos de los mecanismos limitadores de
nuestra personalidad para que seamos capaces de
experimentar profunda�mente qui�nes y qu� somos en
realidad. Pero esto no ocurre de modo auto�m�tico;
ciertamente es un requisito comprender los tipos de
personalidad de modo claro y profundo, aunque la
informaci�n sola no basta para liberarnos. No podemos
llegar a la transformaci�n por simple fuerza de
voluntad, pen�samiento o �t�cnica�; sin embargo, no
puede ocurrir sin nuestra participa�ci�n. �Qu� papel
tenemos entonces en nuestra transformaci�n?
�PILLARNOS EN EL
ACTO�
Las tradiciones
sagradas de todo el mundo se unen para insistir en la
impor�tancia de ser testigos de nuestra transformaci�n.
Se nos llama a estar vigilan�tes, a observarnos y a ser
conscientes de nosotros mismos y de nuestras
acti�vidades. Si deseamos beneficiarnos de este mapa del
alma, hemos de cultivar el arre de la percepci�n
consciente, aprendiendo a estar m�s despiertos a nuestra
vida en cada momento, sin juicios ni pretextos. Hemos de
aprender a �sorprendernos en el acto� de comportarnos
seg�n los dictados de nuestra personalidad, a ver c�mo
nos manifestamos momento a momento de modo mec�nico y no
libre. Cuando somos capaces de advertir lo que estamos
ha�ciendo en el momento presente, de experimentar el
estado actual totalmen�te y sin juicios, empiezan a
desvanecerse las viejas pautas.
La percepci�n
consciente es fundamental en el trabajo de
transforma�ci�n, porque los h�bitos de nuestra
personalidad se marchan completamen�te cuando los vemos
en el momento en que ocurren. Analizar
comporta�mientos pasados es �til, pero no es tan
poderoso como observarnos en el momento presente. Por
ejemplo, ciertamente vale la pena comprender por qu� uno
tuvo un terrible altercado con su c�nyuge o se irrit�
con un socio � un hijo. Pero si de pronto nos
sorprendemos en el momento mismo en que tenemos el
altercado o nos irritamos, puede ocurrir algo
extraordinario. En ese momento de conocimiento podr�amos
caer en la cuenta de que en reali�dad no deseamos actuar
con ese comportamiento discutible en que est�ba�mos tan
sumergidos s�lo unos segundos antes. Tambi�n es posible
que veamos una verdad m�s profunda acerca de nuestra
situaci�n, por ejemplo, que ese �punto importante� que
tanto dese�bamos establecer era s�lo un in�tento de
justificarnos, o peor a�n, un intento encubierto de
desquitarnos de alguien. O que ese �comentario
ingenioso� que tanto nos divert�a era en rea�lidad un
intento de evitar sentirnos tristes o solos.
Si somos capaces de
permanecer con estas impresiones, nuestra percep�ci�n
consciente continuar� expandi�ndose. Al principio tal
vez nos sintamos avergonzados o azorados; podr�amos
sentir el deseo de cerrarnos o de dis�traernos de
diversas maneras. Pero si continuamos presentes en
nuestra inco�modidad o desagrado, tambi�n sentiremos
surgir algo distinto, algo m�s real, capaz, sensible y
exquisitamente consciente de nosotros mismos y de
nuestro entorno. Este �algo� es comprensivo y fuerte,
paciente y sabio, intr�pido y de inmenso valor. Este
algo es lo que verdaderamente somos. Es el �yo� que
trasciende al nombre, sin personalidad, nuestra
verdadera naturaleza.
DESPERTAR
La Biblia dice que
Ad�n entr� en un sue�o profundo, y en ning�n lugar dice
nada respecto a su despertar.
UN
CURSO DE MILAGROS
La percepci�n
consciente no s�lo nos puede cambiar la vida, tambi�n
puede salv�rnosla. Hace varios a�os una fuerte tormenta
provoc� la ca�da de un im�portante puente de autopista,
durante la noche. Varias partes del puente ca�yeron en
el r�o; esto, sumado a la oscuridad, la lluvia
torrencial y la confusi�n de la tormenta hac�a
peligros�sima la situaci�n para los desprevenidos
auto�movilistas.
Un conductor alerta
vio lo ocurrido y consigui� frenar a unos metros del
borde, junto antes de caer a una muerte segura en el
r�o, doce metros aba�jo. Se arriesg� a correr hacia el
tr�fico que ven�a y alert� a los dem�s conduc�tores del
peligro. Casi de inmediato apareci� un coche en el que
ven�an cin�co j�venes. Al ver las fren�ticas se�ales del
hombre para detenerlos, al parecer creyeron que s�lo
deseaba pedir ayuda para su coche detenido; riendo, le
hi�cieron un gesto grosero y el conductor apret� a fondo
el acelerador. A los po�cos segundos cayeron por el
borde del puente y murieron todos en el r�o.
Desde nuestra
perspectiva, podr�a decirse que su personalidad los
mat�. El desprecio, la hostilidad, la bravuconer�a, la
renuencia a escuchar, la falta de compasi�n, la vanidad,
cualquiera de muchos impulsos relacionados pudo ser la
causa de la decisi�n del conductor de no detenerse.
Alg�n h�bi�to, alg�n rasgo de su personalidad domin� la
situaci�n en el momento cr�ti�co, con tr�gicos
resultados.
Es un importante
progreso comprender perfectamente hasta qu� punto
confiamos nuestra vida a mecanismos de nuestra
personalidad y en qu� peli�gros estamos cuando lo
hacemos. Muchas veces es como si un ni�o de tres a�os
tomara muchas de nuestras decisiones importantes de la
vida. Cuando entendemos la naturaleza de los mecanismos
de nuestra personalidad pode�mos empezar a decidir si
nos identificamos con ellos o no. Si no los conoce�mos,
ciertamente no hay ninguna opci�n posible. Pero cuando
vemos nues�tro tipo de personalidad. Cinco, Dos u Ocho,
aparece la oportunidad de �no actuar� seg�n nuestro
tipo.
Gurdjieff y otros
profesores espirituales han afirmado que nuestro esta�do
normal de conciencia es una especie de �sue�o�. Esto
podr�a parecer raro, pero en lo relativo al grado de
percepci�n que somos capaces de alcanzar, nuestro estado
normal de conciencia dista tanto de una experiencia
directa de la realidad como dista el estado de sue�o de
la conciencia de vigilia. De todos modos, sabemos que
cuando estamos durmiendo nuestros sue�os nos parecen muy
reales; cuando despertamos y comprendemos que est�bamos
so�ando cambia nuestra conexi�n con la realidad, toma
otro enfoque nues�tra sensaci�n de qui�nes y qu� somos.
MIRADA CONSCIENTE
|
Dedica un
momento a mirar la habitaci�n en que est�s en
este momento. �Qu� no hab�as notado en ella
antes? �Tiene aspectos que no hab�as visto
nunca? M�rala de verdad. No des por sen�tado que
lo conoces todo en ella. Mientras miras,
�sientes tu cuerpo? �Adviertes tu postura
mientras est�s mirando? Si intentas hacer esto,
�notas algo diferente entre tu sentido actual de
ti mismo y el modo como te experimentas
normalmente? |
Despertar del trance
de la personalidad se produce de modo bastante parecido.
Tenemos una especie de reacci�n retardada y nos
preguntamos:
��Qu� fue eso?
�D�nde estaba yo hace un momento?�. Podr�a sorprendernos
lo perdidos que est�bamos, aunque en esos estados
anteriores no nos sinti�ramos perdidos. Si alguien nos
hubiera preguntado si est�bamos totalmente presentes y
despiertos habr�amos contestado que s�, pero desde este
nuevo punto de vista vemos que no lo est�bamos. Tal vez
comprendemos que par�tes enteras de nuestra vida las
hemos pasado �dormidos�.
�QU� ES CONCIENCIA O
PERCEPCI�N CONSCIENTE?
Cada pensamiento,
cada acto, se torna sagrado a la luz de la conciencia.
THICH
NHAT HANH
Usamos much�simo la
expresi�n percepci�n consciente, y es un t�rmino
im�portante en muchos m�todos de crecimiento ps�quico y
espiritual. Sin em�bargo, es dif�cil encontrar una
definici�n acertada; podr�a ser m�s f�cil defi�nirla por
lo que no es que por lo que es. Por ejemplo, podemos
decir que no es pensar, no es sentir, no es moverse, no
es intuici�n y no es instinto, aun�que s� puede contener
cualquiera o todas estas cosas.
Ni siquiera el
pensamiento m�s activo y centrado equivale a tener
con�ciencia o percibir conscientemente. Por ejemplo,
podr�amos estar pensando intensamente acerca de qu�
escribir en este cap�tulo y al mismo tiempo ser
conscientes de nuestro proceso de pensamiento. En otra
ocasi�n podr�amos observar que estamos pensando en una
inminente reuni�n de negocios, o en�sayando en la cabeza
una posible conversaci�n con alguien, mientras damos un
paseo. Por lo general, nuestra conciencia est� tan
sumida en nuestra con�versaci�n interior que no nos
experimentamos como separados de ella. Pero con m�s
percepci�n consciente somos capaces de apa�arnos de
nuestra con�versaci�n imaginaria y observarla.
Del mismo modo
podemos percibir m�s conscientemente nuestros
sen�timientos. Podemos sorprendernos atrapados en la
irritaci�n, el aburrimien�to o la soledad. Cuando somos
menos conscientes nos identificamos con un sentimiento;
por ejemplo, no percibimos la naturaleza temporal de la
frus�traci�n o la depresi�n: creemos que as� es como
somos. Una vez pasada la tor�menta comprendemos que
el sentimiento era temporal, aunque cuando es�t�bamos
inmersos en �l era toda nuestra realidad. Pero cuando
percibimos conscientemente nuestros sentimientos
observamos con claridad su surgi�miento, su efecto en
nosotros y su desaparici�n.
Tambi�n podemos
tener m�s conciencia de lo que hacemos, de las
sen�saciones del cuerpo en actividad o descanso. Para
bien o para mal, nuestros cuerpos han aprendido a hacer
muchas cosas con piloto autom�tico. Por ejemplo, somos
capaces de conducir un coche y conversar al mismo
tiempo. Podr�amos estar pensando en lo que vamos a
decir, preocupados al mismo tiempo por llegar a nuestro
destino, mientras el cuerpo hace todas las cosas
complicadas necesarias para conducir el coche. Todo ello
puede ocurrir autom�ticamente y sin exigir mucha
conciencia, o con s�lo una parte de conciencia o con
toda ella.
Cada momento nos
presenta la posibilidad de expandir nuestra percep�ci�n,
con muchos beneficios para nosotros:
► Cuando nos
relajamos y permitimos que se expanda nuestra
percep�ci�n consciente, no quedamos tan atrapados en
aquello que atrae nuestra atenci�n. Si hemos estado
asustados, angustiados o extraviados en sue�os
despiertos y fantas�as, adquirimos objetividad y
perspectiva sobre lo que es�tamos haciendo. En
consecuencia, sufrimos menos.
► La expansi�n de la
conciencia nos capacita para estar m�s presentes en los
problemas o dificultades y por lo tanto para tener m�s
recursos para enfrentarlos. Vemos soluciones nuevas y
evitamos reaccionar por h�bito se�g�n los mecanismos de
nuestra personalidad.
► La expansi�n de la
conciencia nos abre a una verdadera relaci�n con los
dem�s y con el mundo que nos rodea. El placer y la
maravilla de cada mo�mento nos sustenta y enriquece.
Incluso lo que normalmente considerar�a�mos experiencias
desagradables tienen una cualidad muy diferente cuando
las experimentamos con percepci�n consciente.
Tambi�n usamos con
frecuencia el verbo ver, por ejemplo en la
expre�si�n �es importante que veamos los mecanismos de
nuestra personalidad�. Sin embargo, igual que ocurre con
la expresi�n percepci�n consciente o con�ciencia, hemos
de aclarar lo que queremos decir con esta palabra. M�s
concretamente, es esencial comprender qu� parte de
nosotros �ve�. Todos tene�mos bastante pr�ctica en
hacer comentarios sobre nosotros mismos o evaluar
nuestras experiencias. En esos casos, una parte de
nuestra personalidad criti�ca o hace un comentario de
otra parte, como diciendo: �No me gusta esa par�te de
m�� o �Ha sido fabuloso el comentario que acabo de
hacer�, etc�tera. Este comentario interior suele llevar
solamente a una estructura del ego in�flada, vac�a y
pobre, y finalmente a un conflicto interior. Ese no es
el tipo de �ver� que nos conviene cultivar.
�Ver� no es una
comprensi�n puramente intelectual tampoco. Cierta�mente
el intelecto tiene su papel y no queremos decir que no
necesitamos la mente en el proceso de transformaci�n.
Pero la parte de nosotros que ve es algo m�s
omnipresente, aunque esquivo. A veces se le llama
observador interior o testigo. Es nuestra
percepci�n consciente total, viva, aqu� y aho�ra, capaz
de comprender la experiencia en muchos niveles o planos
dife�rentes.
APRENDER A �OBSERVAR
Y DEJAR PASAR�
No necesitamos
mejorar; s�lo hemos de soltar lo que nos bloquea el
coraz�n.
JACK
KORNFIELD
El mundo se nos
presenta a trav�s de los sentidos; mediante nuestras
reacciones creamos enga�os. Sin reacciones el mundo
aparece con claridad.
BUDA
Una de las
habilidades m�s importantes que hemos de adquirir al
embarcar�nos en el viaje interior es la de �observar y
dejar pasar� los h�bitos y meca�nismos de nuestra
personalidad que nos han atrapado.
Nuestra m�xima es
enga�osamente sencilla; significa que hemos de aprender
a observarnos, a ver lo que surge en nosotros momento a
momen�to, as� como ver qu� nos invita a alejarnos del
aqu� y el ahora. Sea agradable o desagradable lo que
encontremos, nos limitamos a observarlo. No tratamos de
cambiarlo ni nos criticamos por lo que hemos
descubierto. En la medida en que estamos presentes en lo
que descubrimos, sea lo que sea, las constric�ciones de
nuestra personalidad comienzan a aflojarse y nuestra
esencia co�mienza a manifestarse m�s plenamente.
A diferencia de lo
que pueda creer nuestro ego, no es nuestro papel
re�pararnos o transformarnos. En realidad, uno de los
principales obst�cu�los para la transformaci�n es la
idea de que somos capaces de �arreglarnos�. Esta idea,
l�gicamente, plantea algunas preguntas interesantes.
�Qu� parte creemos que necesita reparaci�n y qu� parte
se atribuye la autoridad y capa�cidad para arreglar a la
otra parte? �Qu� partes son el juez, el jurado y el
acusado en el banquillo? �Cu�les son los instrumentos de
castigo o rehabilita�ci�n y qu� partes los van a manejar
sobre qu� otras partes?
Desde la primera
infancia estamos programados para creer que necesi�tamos
ser mejores, esforzarnos m�s y desechar partes de
nosotros desaproba�das por otras partes. Toda nuestra
cultura y educaci�n nos recuerdan cons�tantemente c�mo
podr�amos tener m�s �xito, m�s seguridad, ser m�s
deseables o espirituales si hici�ramos este o aquel
cambio. En resumen, hemos aprendido que necesitamos ser
diferentes de lo que somos conforme a alguna f�rmula que
ha recibido la mente. La idea de que simplemente
nece�sitamos descubrir y aceptar a quienes somos en
realidad es contraria a casi todo lo que se nos ha
ense�ado.
Ciertamente, si
hacemos cosas que nos perjudican, como abusar de las
drogas o el alcohol, o entregarnos a relaciones
destructivas o actividades de�lictivas, es necesario
poner fin a ese comportamiento primero para poder ha�cer
el trabajo de transformaci�n. Pero lo que normalmente
nos capacita para cambiar no es sermonearnos ni
castigarnos, sino cultivar una presencia men�tal serena
y sosegada para ver lo que nos impulsa a hacernos da�o.
Cuando llevamos percepci�n consciente a nuestros malos
h�bitos y a esas partes nues�tras de las que nos
gustar�a librarnos, entra en juego algo totalmente
nuevo.
Cuando aprendemos a
estar presentes en nuestra vida y receptivos al momento
comienzan a ocurrir milagros. Uno de los mayores
milagros es que somos capaces de dejar en un minuto un
h�bito que nos ha fastidiado du�rante muchos a�os.
Cuando estamos totalmente presentes el viejo h�bito se
marcha y ya no somos los mismos. Experimentar la
curaci�n de nuestras m�s viejas heridas por acci�n de la
percepci�n consciente es el milagro con el que todos
podemos contar. Si seguimos este mapa del alma hasta
las profundidades de nuestros corazones, el odio se
convertir� en compasi�n, el rechazo en aceptaci�n y el
miedo en admiraci�n.
Recuerda siempre
que es tu derecho y es tu estado natural ser sabio y
noble, afectuoso y generoso, estimarte a ti y estimar a
los dem�s, ser creativo y renovarte constantemente,
participar en el mundo con respeto y en profundidad,
tener va�lor y confiar en ti, ser dichoso y h�bil sin
esfuerzos, ser fuerte y eficaz, disfrutar de la paz
mental y estar presente en el desenvolvimiento del
misterio de tu vida.
EMPUJONES
ESPIRITUALES PARA EMPEZAR
Sea cual sea tu
tipo, hay cosas concretas que puedes hacer para dar un
impulso a tu crecimien�to espiritual y personal. Los
siguientes son aspectos problem�ticos espec�ficos de los
tipos, pero todos quedamos atrapados en ellos de tanto
en tanto. As� pues, si deseas avanzar en tu trabajo
interior, lleva la mayor percepci�n consciente posible a
los siguientes h�bitos:
o
Hacer
juicios de valor, condenar, a ti mismo y a otros (Uno).
o
Ceder
tu val�a a otros (Dos).
o
Tratar
de ser distinto a como eres aut�nticamente (Tres).
o
Hacer
comparaciones negativas (Cuatro).
o
Interpretar exageradamente tus experiencias (Cinco).
o
Depender de algo exterior a ti para obtener apoyo
(Seis).
o
Adelantarte a lo que vas a hacer a continuaci�n (Siete).
o
Intentar forzar o controlar tu vida (Ocho).
o
Resistirte a que te afecten tus experiencias (Nueve).
LA IDENTIFICACI�N Y
EL OBSERVADOR INTERIOR
La identificaci�n
[...] es una ma�nera de huir del yo.
KRISHNAMURTI
Si hablamos con
propiedad, son muy pocos los hombres que viven en el
presente; la mayor�a se est�n preparando para vivir en
otro tiempo.
JONATHAN
SWIFT
A medida que
adquirimos experiencia en estar presentes y en
observarnos, comenzamos a advertir el desarrollo de un
nuevo aspecto de nuestra percep�ci�n: una capacidad de
�presenciar� con m�s objetividad nuestra experiencia.
Como hemos dicho, a este tipo de percepci�n se la ha
llamado observador in�terior. El observador
interior nos permite observar lo que ocurre dentro y
fuera de nosotros simult�neamente, sin hacer comentarios
ni juicios.
El observador
interior es necesario para la transformaci�n debido a un
mecanismo psicol�gico al que Gurdjieff llam�
�identificaci�n�, que es uno de los principales modos
como la personalidad crea y sostiene su realidad.
La personalidad se
puede identificar con cualquier cosa, con una idea, con
el cuerpo, con una comez�n, con una puesta de sol, con
un ni�o, con una canci�n, etc�tera. Es decir, en
cualquier momento en que no estamos totalmente
despiertos, nuestro sentido de identidad proviene de
cualquier cosa a la que estemos prestando atenci�n. Por
ejemplo, si estamos nervio�sos, con la atenci�n centrada
en una inminente reuni�n, es como si ya estuvi�ramos
experimentando la reuni�n (aunque sea una imaginaria) en
lugar de estar en lo que est� ocurriendo en el momento.
O, si nos identifi�camos con una reacci�n emocional o
afectiva, por ejemplo con una atracci�n hacia alguien,
es como si fu�ramos esa atracci�n. O si nos
sentimos re�prendidos por una voz cr�tica que nos habla
en la cabeza, no podemos separarnos de esa voz.
Si acallamos la
mente, aunque sea un poco, observamos c�mo nuestros
estados fluct�an de momento en momento. Un instante uno
est� pensando en el trabajo y al siguiente ve cruzar la
calle a una persona que le recuerda a alguien con quien
estuvo saliendo hace unos a�os. Un instante despu�s
re�cuerda una canci�n de la �poca del colegio, pero en
ese momento pasa un co�che por una charca y le salpica
agua y uno se enfurece con el conductor idio�ta y no
logra pensar en otra cosa hasta que cae en la cuenta de
que necesita un caramelo para sentirse mejor. Y as�
sucesivamente. Lo �nico constante es la tendencia de la
personalidad a identificarse con cada estado sucesivo.
La percepci�n
consciente se expande y se contrae como un globo, pero
la identificaci�n siempre la hace empeque�ecerse.
Podr�amos advertir que cuando nos identificamos con
algo, la percepci�n de nuestro entorno inme�diato
disminuye considerablemente. Percibimos menos de los
dem�s, de lo que nos rodea y de nuestro estado interior.
Dicho con palabras sencillas, cuanto m�s identificados
estamos, m�s contra�da est� nuestra percepci�n y m�s
desconectados estamos de la realidad.
Con el tiempo
nuestra identificaci�n se fija con cierto conjunto de
cua�lidades (tales como fuerza, empat�a, paz o
espontaneidad, por nombrar s�lo unas pocas), y se
establece el sentido del yo caracter�stico de nuestro
tipo. Los sentimientos y estados que abarcan nuestro
sentido del yo son aquellos que creemos necesarios para
lograr nuestro deseo b�sico. Cuanto m�s nos
identi�ficamos con nuestro sentido del yo, m�s nos
encerramos en �l y m�s olvida�mos que tenemos a nuestra
disposici�n otras opciones y otras modalidades de ser.
Comenzamos a creer que somos ese h�bito o pauta.
Nos centramos s�lo en ciertas cualidades de la gama
total de nuestras capacidades humanas, como diciendo:
�Estas cualidades son yo, no �sas. Yo soy as�, no as�.
Y de este modo desarrollamos una imagen propia, una
definici�n propia, un tipo de personalidad previsible.
Por ejemplo, el
miedo b�sico del tipo Ocho es ser da�ado o controlado
por otras personas o por la vida, y su deseo b�sico es
protegerse y defender�se. La protecci�n propia y la
confianza o seguridad en uno mismo son nece�sidades
humanas universales, y aunque no seamos del tipo Ocho,
necesita�mos protegernos f�sica y emocionalmente. Los
Ocho j�venes, sin embargo, comienzan a centrarse en las
cualidades que encuentran en s� mismos que les ayudar�n
a protegerse. Descubren su potencia, su fuerza de
voluntad, su per�severancia y su capacidad de imponerse,
y comienzan a usar esas capacidades para desarrollar y
reforzar la identidad de su ego.
|